sábado, 13 de julio de 2019

En busca del reino perdido, Segundilandia

Érase una vez un reino muy lejano llamado Segundilandia, cuyos habitantes se hacían llamar los Segundianos.

Este reino estaba gobernado por el Rey Segun y la Reina Dina, que eran reyes muy amables y buenos con los habitantes de su reino, por lo que eran muy queridos. Vivían en un hermoso castillo en un valle junto a un río.
En todo el reino se respiraba paz y tranquilidad. Los Segundianos vivían en armonía, respetándose los unos a los otros y ayudándose en todos los trabajos. 
Aunque eran muy diferentes, algunos procedían de la familia de los caballeros, otros eran elfos, otros gigantes y otros eran gnomos que vivían en el bosque, todos se llevaban muy bien y estaban integrados.
Era un reino muy hermoso todo estaba limpio y todos los Segundianos cuidaban las calles, plazas y el bosque.

Pero al otro lado del bosque vivía el Mago Vago que era malvado y envidiaba la vida en el reino. Siempre estaba planeando con ayuda de sus vasallos los Trolls acabar con los Reyes Segun y Dina y hacerse con el trono y el reino. 
Un día el mago Vago creó una poción mágica y logró entrar en el castillo y envenenar a los reyes que quedaron sumidos en un profundo sueño.

Así el mago Vago se hizo con el trono y los Segundianos estaban tristes porque querían despertar a sus queridos reyes.
Pero no se rindieron y decidieron unirse y trabajar juntos cooperando los unos con los otros para superar todas las pruebas y obstáculos que el Mago Vago y los Trolls les habían puesto.

Lo más importante era encontrar el antídoto mágico escondido para despertar a los reyes.
¿Dónde lo habría escondido el mago Vago? 
¿Qué pruebas tendrían que superar?
¿Lograrían encontrarlo y despertar a sus reyes?

Personajes:
  • Reyes, Segun y Dina
  • Segundianos
< Elfos

< Gnomos
< Gigante
< Caballeros



< Mago Vago
  < Troll


UDI 12: Castillos de arena

Estaban los dos en la orilla del mar, en la arena clara, húmeda, buena para hacer castillos. Y eso estaban haciendo: un castillo de arena.
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Más alto, papi, más alto. Ponle también una torre cuadrada en el centro, y hazle un puente levadizo. Lo que tú quieras... si me ayudas.

El niño está de rodillas en la arena, volviéndose poco a poco más pequeño que su castillo.
Pero yo no sé, no puedo ayudarte...


Sí que sabes. A ver, ¿qué es esto?, dijo el padre.
El niño achica los ojos. Un soldadito haciendo guardia en la muralla.

¿Y esto?
Una ventana.

¿Y qué se ve dentro de la ventana?
La princesa del castillo.

El padre sonríe, sacudiéndose la arena de las manos.
¿Ves como sí puedes ayudar?

El castillo es tan lindo que da pena dejarlo. Pero se hace tarde y la comida se enfría.
El niño le pide al sol, Cuídame el castillo.
Y a las olas, Vigílenlo.
Y a las gaviotas, Si alguien viene, me avisan.

El sol se fue a iluminar el otro lado del mundo, las gaviotas se perdieron en la oscuridad y las olas subieron y bajaron.

Por la mañana, el castillo no estaba.
¡Alguien lo ha robado!? lloró el niño.
Nadie roba castillos de arena, hijo.
¡Entonces lo pisotearon!

Pero no había huellas de pies en la arena. Padre e hijo se miraron. Lentamente en los ojos de uno se encendió una chispita que pasó a los ojos del otro.
¿Tú crees que fueron Los Enemigos?
Sí, le respondió al pequeño los enemigos del castillo, que vinieron durante la noche con sus caballos, sus arqueros y sus catapultas. Seguramente fue el Rey Sargazo, siempre belicoso.

¡Ay, chico, tan lindo que era el castillito! suspiró el niño, y enseguida pidió Hazme otro, ¡pero que sea más grande, más fuerte y más alto! Ponle doble muralla y un foso todo alrededor. Yo buscaré soldados para que hagan guardia de día y de noche.

Trabajaron todo el día juntos en el castillo de arena. Con ramitas, pedazos de plantas marinas y conchas lo reforzaron y habitaron. En lo alto de la torre había otra vez una ventana y en la ventana había una princesa. Y recitaron la siguiente canción:

La princesa Caracola
bate con peine de nácar
sus cabellos de ola loca.
Toma su espejo de plata
y en él se ve más hermosa
que la sirena de Dacka.
Papi, ¿dónde queda Dacka?
¿La de la geografía o la del cuento?
La... del cuento.
Donde que tú quieras.
El castillo es tan grande y fuerte que no da miedo dejarlo. Así y todo, el niño le encarga a sus viejas amigas las nubes que lo cuiden, y a un cangrejo moro le ruega que ayude cuando los enemigos ataquen, y al cocotero de pencas susurrantes, le pide que avise si hay peligro.

Por la mañana, junto al mar frío, quieto y transparente, la arena parece acabada de traer del taller de Máximo Universo. No hay ni huella del castillo.
¡Otra vez, papi! ¿Tú ves?
Se fue nuestro castillo.
¿Se fue...?
Navegando por esos mares, o volando por esos aires o rodando por esas tierras.
¡Un castillo de arena no flota, no vuela, no rueda!
Grano a grano, sí.
Entonces no es un castillo.
Cuando algo se hace bien, cada grano del algo es como el algo entero.
¡Sí, sí, pero no...!
No llores. Haremos otro.

El tercero fue el mejor. No solo tenía muralla, fosos y torres para defenderlo, también tenía jardines que el niño llenó de plantas costeras y un patio donde, con la cáscara de un coco y un pedazo de coral, armaron un carruaje para la princesa, y continuaron recitando.
La princesa Caracola
dejó su plata y su nácar
para montar, tan dichosa,
un coche sin fausto ni laca.

¿Quién es Fausto? ¿Qué cosa es laca?, preguntaba el pequeño.
Fausto era solo una palabra de lujo y laca una cosa que brilla, pero si quieres, Fausto será el caballo y laca, abreviación de lacayo.

Mientras la princesa canta terminan el castillo de arena. Ha resultado tan fascinante que el niño no quiere irse cuando el día acaba. Y no le pide a nadie que lo vigile porque esta vez va a velar él mismo.

Pero el sueño, su compañero de todas las noches, lo visita y cuando despierta la arena está lisa y limpia, húmeda y blanda, como la arcilla que espera al alfarero.
¿Por qué? solloza el niño?. ¿Por qué...?
Porque tiene que ser; porque es el destino de los castillos de arena? responde el padre.
¡Mentira! "Porque sí" no es una respuesta; tú me lo has dicho millones de veces... Yo quería mi castillo.

El padre sonríe un poco, ¿Cuál?
El niño contrariado, y confuso permanece en silencio y el padre le vuelve a preguntar, ¿Cuál de ellos quieres: el primero, el segundo o el tercero?

Si no hubiera desaparecido el primero, no hubiéramos hecho el segundo, ni el último habría podido mejorar al del medio. ¿Te imaginas lo que sucedería si se conservaran todos los castillos de arena que la gente ha hecho? Aquí estarían los que tu abuelo construyó para mí y los que yo hice cuando tú aún no existías. ¿Crees que sobraría espacio para nuevos castillos? En lugar de playa habría una ciudad en miniatura y tú nunca habrías aprendido a construir castillos de arena.

El niño permaneció unos segundos en silencio, y entonces preguntó:
¿Y la princesa Caracola?
Ella puede vivir en un lugar mucho más modesto que un castillo. Le basta con una cabaña de nácar... como ésta.

El padre le alcanza al hijo un gran caracol blanco, amarillo y rosado como el amanecer, y lo invita a acercárselo al oído. ¿Oyes? ¡La princesa Caracola! ¡Está cantando!... Pero ahora no entiendo su canción, por que usa el lenguaje oleaje, que es el idioma del mar. Así es hasta que alguien hace un castillo de arena y ella puede asomarse a la ventana para cantar en el idioma del hombre o el niño que construye.
Papi..., dice el pequeño
¿Qué?
Vamos a hacer otro castillo.

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UDI 8: Las cosas de casa

Érase una vez una niña que vivía con sus padres y su mascota. Un día al salir de casa, cerraron la puerta de la calle y la televisión empezó a hablarle a las estanterías del salón.
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"Que aburrimiento, a mi me tienen todo el día encendida", dijo la televisión.
"Pues tu no te quejes", dijo la estantería, "a mi me tienen llena de libros y nunca me quitan el peso de encima".
"Pues anda que a mi", dijo el sofá, "yo tengo que estar aguantando su peso y sus brazos".
"Yo, que soy una mantita, tengo todo el día al perro encima".
"Y nosotras", dijeron las cintas de vídeo, "tenemos que estar siempre una encima de la otra".
"Pues yo", dijo la estantería de la televisión, "tengo que estar soportando a la señora televisión que siempre se calienta y hace mucho ruido".
El frigorífico dijo, "yo tengo que estar abriendo y cerrando todo el día la puerta y se me escapa el frío".
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En fin, nadie estaba contento con su papel en la casa. Así que decidieron cambiar sus puestos, el sofá quería ser la nevera y se puso encima toda la comida; las tres estanterías de libros querían ser cada una un sofá y se tumbaron en el suelo; la estantería de la televisión quería ser la cama del perro; la televisión quería ser la estantería de los libros y se puso todos los libros encima; las cintas de vídeo se metieron en la nevera y la manta del perro que quería ser cuadro se puso en la pared.

Cuando llegó la familia a su casa se encontraron todo patas arriba y se pusieron a chillar: "¡Que escándalo es este!, ¿Quién ha hecho todo esto?"

La familia salió horrorizada de la casa y llamaron por teléfono desde una cabina a la policía. Cuando llegó la policía y entraron con la familia a la casa, se encontraron todos los muebles en su sitio. La policía regañó a la familia diciendo, "la policía no tiene tiempo para bromitas". La familia se quedó alucinada.

Al día siguiente, pasó exactamente igual, todos los muebles de la casa habían cambiado de sitio y su trabajo era otro.

Al tercer día, cuando se iban a ir, la madre fue la última en salir. Cerró la puerta de un portazo y se quedó escondida dentro de la casa. Vio como los muebles se ponían a hablar, pero antes de que pudieran moverse de su sitio, dijo, "quietos, que nadie se mueva". Los muebles se quedaron asombrados, los habían pillado.
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"Quiero hablar con vosotros un momento, antes de que hagáis el loco", dijo la madre "¿Porque todos los días os cambias vuestros puestos?"
Contestaron los muebles "Es un rollo estar haciendo todos los días lo mismo".
Pero la madre les dijo, "para eso estáis hechos".
"Pero vosotros nos tratáis muy mal", dijeron los muebles, "así que no os haremos caso y todos los días estaremos haciendo lo mismo, hasta que aprendáis que a las cosas, por muy inútiles que sean, siempre tienen un corazón".

La madre les pidió perdón e hicieron un acuerdo: "Desde este momento el perro, mi hija, mi marido y yo os trataremos con cuidado y cariño".

Y así cuando los muebles vieron que no les trataban con indiferencia decidieron estar en paz y ser todos felices.

UDI 9: Un bosque de atascos

En el bosque de Delco amaneció un día precioso. Sólo se oían los trinos de los pájaros y el rumor de las hojas. Pero a las siete de la mañana...

¡Piiiiii! ¡Pipiii! ¡Piii!
¡Deja de tocar el claxon!
¡Arranca de una vez! ¡El semáforo está verde!

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El ruido de los coches y las discusiones de los conductores despertaron a mamá pata, que fue a llamar a su hijo.
¡Levántate, Cucú, que es hora de ir al colegio!

Después de vestirse y desayunar, Cucú fue con su mamá hasta la parada del autobús. Allí encontraron a la ardilla Serafina.
Hoy el autobús tarda más que nunca. Llevo aquí media hora y todavía no ha aparecido, se quejó Serafina.

El colegio de Cucú está al otro lado de la autopista y no tardaríamos casi nada en llegar andando. Pero no podemos cruzarla... se quejó mamá pata.

Son cosas del progreso contestó Serafina. Se construyó la carretera para circular más deprisa, pero todas las hormigas se compraron coche y ahora hay unos atascos terribles.

Y cada día nos tenemos que levantar más temprano para ir al colegio, se quejó Cucú.

Nicolasa, la guardia de tráfico, que estaba oyendo la conversación, intervino: He intentado convencer a las hormigas de que vayan varias en un coche, pero es imposible. Quieren ir en fila, cada una en su coche.

¿Por qué hoy tarda tanto el autobús, Nicolasa?, dijo Cucú.

Están ampliando la carretera y primero damos paso a los coches de los bomberos y a las ambulancias, que tienen más prisa. Los autobuses y los coches particulares tendrán que esperar. Contestó Nicolasa, Creo que las abejas se están comprando helicópteros para llegar antes.

¿Para qué quieren las abejas helicópteros si tienen alas?, preguntó Cucú.
También las hormigas tienen patas y prefieren ir en coche, aunque tarden más... ¡Pronto se nos olvidará andar!, contestó Nicolasa.
El mundo se ha vuelto loco, suspiró Serafina.
Nosotros tenemos alas, mamá, dijo Cucú.
¡Es verdad! ¡Los patos podemos volar! ¡Y nadar!, recordó mamá pata muy contenta.
¡Por supuesto!, dijo Nicolasa. Los patos pueden ir por tierra, mar y aire.
En ese instante, llegó el autobús; iba lleno hasta los topes y la ardilla Serafina tuvo que subirse a empujones.
¡Nosotros vos vamos volando!, dijo mamá pata levantando sus alas torpemente porque ya no tenía costumbre de volar.

Dentro del autobús, los viajeros estaban muy enfadados.
¡Estamos tan apretados que no podemos ni respirar! ¡Tenemos que reunirnos y solucionar este asunto!

Ya están ensanchando la carretera... dijo el conductor.
Antes, cuando no había carretera, íbamos andando y tardábamos menos.
Yo...tardaba lo mismo, aclaró Babar, el caracol.

Tres días después los habitantes del bosque se reunieron. Después de mucho discutir, llegaron a la conclusión de que no había necesidad de usar coches para circular por el bosque de Delco, pues era lo bastante pequeño como para atravesarlo andando. Dejaron la carretera para las ambulancias, los autobuses y los coches de bomberos. Y los animales lentos, como el caracol Babar, se compraron una bicicleta.

Desde entonces, Cucú se levanta una hora más tarde para ir al colegio.

UDI 11: La fiesta en el limonero

¡TOC TOC TOC! ¡TOC TOC TOC!
-¿Quién es?- preguntó la hormiga negra asomándose por la ventana de su casa.
-¡Soy yo, Pico el cartero! ¡Te traigo una carta que te manda la mariposa azul!
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-¿Una carta? ¿Y qué dice? Leéla Pico, por favor, yo no puedo, porque ayer se me rompieron los anteojos .
-Bueno, dice así:
"Te invito a mi cumpleaños, hoy a la noche, en mi nueva casa, la hoja del limonero. No faltes."
-¡Una fiesta! ¡Qué lindo! ¡Alí estaré!- dijo aplaudiendo de alegría la hormiga.
-¡Y yo !- dijo Pico- A mí también me invitó. Cuando termine de entregar las cartas, voy para allá.
-¡Hasta luego!- dijo la hormiga y cerró la ventana.
-¡Hasta luego!- dijo el mosquito y se fue volando.
Cerca de allí vivía la hormiga roja. Pico llegó enseguida y...
¡RINNN RINNN RINNN!
-¿Quién toca el timbre?-preguntó la dueña de casa.
-¡Yo, Pico el cartero! Te traigo una carta que te manda la mariposa azul.
-¿A ver? ¿A ver?- dijo curiosa la hormiga y leyó:
"Te invito a mi cumpleaños, hoy a la noche, en mi nueva casa, la hoja del limonero. No faltes."
-¡Una fiesta en el limonero! ¡Maravilloso! ¡Me cambio y voy! ¡Hasta luego!- dijo feliz.
-¡Hasta luego! ¡Allá nos vemos!- dijo el mosquito y se fue.
Voló un buen rato, hasta que llegó a la casa de la abeja.
No tuvo que golpear, porque ella estaba charlando en la puerta con la chinche verde.
-¡Qué suerte que las encuentro juntas!- dijo Pico- Tomen, aquí tienen las cartas que les envía la mariposa azul.
Las dos al mismo tiempo, leyeron
-"Te invito a mi cumpleaños, hoy a la noche, en mi nueva casa, la hoja del limonero. No faltes."
-¡Cuánto hace que no íbamos a una fiesta! ¿No es cierto? ¡Qué linda noticia! ¡Vamos a prepararnos! ¡Hasta luego!- dijeron.
-¡Hasta luego!- dijo Pico- Me voy rápido, porque todavía me falta entregar muchas cartas. ¡Nos vemos en la fiesta!
Y Pico partió para la casa del gusano, que quedaba bastante lejos de allí...
Como sabiendo que habría una fiesta, el sol se ocultó ese día más temprano que nunca.
La noche llegó y desplegó en el cielo su mantel de terciopelo azul bordado con estrellas.
Uno a uno comenzaron a llegar todos. La hoja verde del limonero, en un momento, se llenó de invitados: hormigas negras, hormigas rojas, abejas, mariposa rojas, amarillas, chinches verdes, luciérnagas...

¡Qué hermosa estaba la fiesta! Todos reían, cantaban, comían cosas ricas y bailaban.
De pronto, la mariposa azul preguntó:
-¿Y Pico? ¿No vino Pico?
Buscaron por todos lados y no lo encontraron.
-¿Qué le habrá pasado? ¿Estará enojado?- murmuraron todos.
-¡Nosotras lo vamos a buscar!- dijeron las luciérnagas y salieron volando.
No tuvieron que ir demasiado lejos. Cerca, muy cerca, acostado y durmiendo en otra hoja del limonero, estaba Pico.
Pobrecito... ¡Tanto trabajó repartiendo cartas, que se había quedado dormido!
Con el pétalo de una flor, las luciérnagas armaron una camita y lo llevaron a la fiesta.
Trataron de no gritar. La música sonó más suave y se rieron bajito para que Pico pudiera dormir un ratito más.
Cuando se despertó, fresco como una lechuga, empezó a reír, a comer, a bailar y no paró hasta que el primer rayito de sol iluminó la hoja verde del limonero.

UDI 10: El Picapedrero

Había una vez, hace muchos, muchos años un reino muy bonito donde la gente era muy feliz.
Los Reyes vivían en un castillo de piedra muy grande que estaba junto a un bosque de olmos y a un lago de tranquilas aguas azules dónde se podía pescar y pasear en barca. Al oeste había una gran montaña.
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La hija de los Reyes se llamaba Teresa y era la Princesa de este cuento.

La Princesa Teresa salía todos los días a dar un paseo por los alrededores del castillo. Un día conoció a un picapedrero llamado Pedro que trabajaba en la cantera que estaba en la falda de la montaña.

Teresa y Pedro se enamoraron, se prometieron amor eterno y decidieron casarse.
Pero cuando el Rey se enteró que su hija quería con Pedro se enfadó muchísimo y le dijo a la Princesa:
¡Mi hija no puede casarse con un simple picapedrero! Una princesa como tú debería casarse con alguien muy poderoso, ¡con la persona más poderosa de la Tierra!.

Entonces el rey mandó llamar a todos los sabios de su reino y les pidió que estudiaran quién era el más poderoso del Mundo. Los sabios se encerraron en una habitación del castillo durante siete días y siete noches y pensaron y pensaron hasta que descubrieron quién era la persona más poderosa del Universo.

Majestad, le dijo el sabio más anciano al Rey, el Consejo de sabios se ha reunido durante siete días y siete noches y ha llegado a la conclusión que el más poderoso del Universo es el Sol, porque con sus rayos nos da luz y calienta toda la tierra para que podamos vivir.

Dijo el rey:
Tenéis razón parece que el Sol es el ser más poderoso.
Y ordenó con voz potente:
¡Que venga el Sol!
Mandaron llamar al Sol y el rey le dijo:
Sol, te he mandado llamar porque me han dicho que tú eres la persona más poderosa de la Tierra y quiero que te cases con mi hija la Princesa Teresa.
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Entonces el Sol contestó:
Majestad muchas gracias por tu ofrecimiento, sería para mí un honor casarme con tu hija, pero hay alguien que es más poderoso que yo.

Y dijo el Rey:
¿Quién es más poderoso que el Sol?
La Nube, contestó el Sol, porque cuando se pone delante no deja pasar mis rayos.
Entonces dijo el Rey:
¡Que venga la Nube!

Cuando llegó la Nube el Rey le dijo:
Nube, te he mandado llamar porque me han dicho que tú eres la persona más poderosa de la Tierra y quiero que te cases con mi hija la Princesa Teresa.

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Y la Nube le contestó:
Majestad muchas gracias por tu ofrecimiento, sería para mí un honor casarme con la Princesa, pero hay alguien que es más poderoso que yo.
Y dijo el Rey:
¿Quién es más poderoso que la Nube?
El Viento, contestó la Nube, porque cuando se pone a soplar me mueve con facilidad de un sitio para otro.

Entonces dijo el Rey:
¡Que venga el Viento!
Cuando llegó el Viento el Rey le dijo:
Viento, te he mandado llamar porque me han dicho que tú eres la persona más poderosa de la Tierra y quiero que te cases con mi hija la Princesa Teresa.
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Y el Viento le contestó:
Majestad muchas gracias por tu ofrecimiento, sería para mí un honor casarme con tu hija, pero hay alguien que es más poderoso que yo.

Y dijo el Rey:
¿Quién es más poderoso que el Viento?
La Montaña, contestó el Viento, porque aunque sople con todas mis fuerzas no puedo mover ni un centímetro a la poderosa Montaña.

Entonces dijo el Rey:
¡Que venga la Montaña!
Pero la Montaña no podía moverse, así que el Rey tuvo que ir a la Montaña. Y le dijo el Rey:
Montaña, he venido hasta aquí porque me han dicho que tú eres la persona más poderosa de la Tierra y quiero que te cases con mi hija la Princesa Teresa.

Y la Montaña le contestó:
Majestad muchas gracias por tu ofrecimiento, sería para mí un honor casarme con tu hija pero hay alguien que es más poderoso que yo.

Y dijo el Rey:
¿Quién puede ser más poderoso que la Montaña?
¡El picapedrero!, contestó la Montaña, porque todos los días me arranca un trocito de mi cuerpo para hacer piedras.

Entonces el Rey comprendió que todas las personas, aunque parezcan seres insignificantes, son importantes y permitió a su hija que se casara con el picapedrero Pedro. Y fueron felices y comieron perdices. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

lunes, 8 de julio de 2019

UDI 7: El avión sin pasajeros


¿El avión sin pasajeros?


En una noche tormentosa como las que suelen haber en los altos paramos andinos con rayos, truenos y centellas, Miguel escuchaba un nuevo ruido como el ronroneo de un lejano motor pero este se acercaba rápidamente.



En ese instante pensó Miguel; ¿Quién será el loco que esta volando ese avión por estas cumbres? Cuando de improviso escucho un nuevo estruendo casi cerca de la casa, volvió a pesar para su interior ¡Caramba se estrelló ese hombre...!

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Resolvió levantarse de la hamaca y vestirse rápidamente, llamo a gritos a sus tres hijos varones mientras María su esposa despertaba preguntado:

¿Qué pasa Miguel...?

¡No oíste María, el avión...!



Se estrelló aquí cerca dijo Miguel, saliendo hacia el zaguán de la pequeña casa donde habitaba, ya afuera con sus tres muchachos a medio vestir le preguntaban papá hacia donde vamos, a ver dijo Miguel asomándose al patio tras la torrencial lluvia, vamos a subir hacia allá señalando un cerro donde tenían un sembrado de ajos, y de ahí nos orientamos, traigan linternas, los cuchillos, y algunas cuerdas, vamos a ver en que podemos ayudar, se colocaron sus abrigos, tomaron algunos plásticos y salieron todos juntos hacia el cerro cercano.



Ya en ese sitio mucho mas alto y despejado empezaron a mirar para todos lados cuando Julio el menor de los hijos dijo, papá es por allí, se ve un incendio y con esta lluvia no hay duda.

Ya ubicado el sitio todos corrieron hacia donde señalaba Julio, el avión había caído en medio de otro pequeño sembrado de ajos donde por cierto todos habían estado esa mañana abonando él cultivo, y se conocían de memoria el camino por la cantidad de veces que habían subido sacos de abono hacia esa pequeña parcela de siembra, al llegar todo era silencio tan solo se oía el chisporrotear de las llamas el crujir del metal caliente de los motores y partes incendiadas de las alas que cuando le caían las gotas de agua fría, producía un peculiar sonido como cuando cae agua en aceite hirviendo en una sartén.



Todo el avión lucia desmembrado, desintegrado parcialmente, objetos, partes de metal, piezas de plástico, butacas y maletas todo esparcido y oliendo a gasolina, pero no encontraban a nadie, ningún cuerpo, por mas que se empeñaron en rescatar a una persona no localizaban ningún cuerpo, ni a los miembros de la tripulación, ni a los pasajeros, llegaron hasta lo que quedaba de la parte delantera del avión, veían la cabina toda retorcía pero no encontraban a nadie.



Ante este misterio Miguel resolvió mandar a Julio hacia la casa para que llevara un mensaje hacia el comisario del caserío al cual pertenecía su humilde casa, mas o menos unos 4 kilómetros mas abajo donde unas 20 casitas de otros lugareños vivían, anda y dile al Don José "El Comisario" que venga a ver lo que paso, dile lo que viste, pero dile que antes de venir mande a alguien al pueblo a buscar mas ayuda, el muchacho salió raudo y veloz con sus 14 años, corría cerro abajo a través de los caminos de la montaña hasta que llego jadeante a casa de Don José, tocando apresuradamente la puerta de la casa, Doña Matilde se levanto y pregunto:

¿Quien es y que quiere...?

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A lo que Julio contó todo lo que había pasado, dijo doña Matilde válgame Dios y ese sinvergüenza no se quedo anoche en la casa, esta abajo en el pueblo, quien sabe con quien anda, ve y busca ayuda al pueblo le dijo doña Matilde. Pero queda muy lejos para ir a pie, coge la mula que esta afuera ponle el bozal y no pierdas tiempo, yo voy a avisar a los del caserío y vamos a subir a casa de tu mamá a ver en que podemos ayudar.



Julio se monto en la mula vieja y salió por el camino hacia el pueblo, pensaba para sí en la oscuridad de la noche, menos mal que este animal se conoce este camino por que lo que soy yo no veo nada, y menos con esta lluvia. La mula apretaba mas el paso, sabía que iba hacia el pueblo y más rápido caminaba porque cada vez que iba allá le daban buen pasto y melaza.



Julio no hacia nada mas que agarrarse de la crin de la mula que ya dejaba el paso, iba más trotando o casi galopando cerro abajo, ya muy cerca del pueblo a la entrada estaba la bodega de Don Lucio allí veía luz y gente.



Dirigió su cabalgadura hacia la bodega, cuando todos salían a ver quien era el loco que venia con esa lluvia corriendo, pues en el silencio de la noche los cascos de la mula retumbaban como tambores de guerra.



¿Pero si es el hijo de Miguel que habrá pasado? se preguntó Don Lucio...

A ver hijo mío, que te trae con esa mula a estas horas de la noche le preguntaron todos a Julio.



¡Epa! Dijo esa mula es mía, tu que haces con ella, dijo Don José.

A ver qué pasa, dijeron todos de los concurrentes.

Dale un vaso de licor para que se caliente, dijo otro.



Bueno Don José es que Doña Matilde me dijo que lo buscara por lo que pasó, dijo el muchacho.

Acaba de contar que es lo que pasó, dijo Don Lucio.

Les relato lo ocurrido en la siembra de ajos, revolucionándose el ambiente, todos salieron a despertar y dar la alarma al pueblo. Otros a preparar las bestias para subir al sembrado de Miguel.

Bueno habrá que enviar a alguien a la policía para avisar, dijo Don José.



Ya todos subían hacia la finca de Miguel preparados para socorrer a los ocupantes del avión.

Doña Matilde y otros del caserío ya habían llegado a casa de Miguel y con María preparaban un fuerte café para paliar el frío del páramo, todos en la casa señalaban hacia donde se veían aun las llamas del incendio.



A todas estas Miguel y sus otros dos muchachos revisaban y revisaban y no encontraban a nadie, por mas vueltas que dieron no habían gente, que extraño se decía para sus adentros, seria que saltaron en paracaídas se preguntaba, pero este avión no es militar es de pasajeros se ven ropas y maletas por todos lados y la gente donde está, continuaba preguntándose Miguel.



Ya casi amanecía cuando empezó a oír gritos entre la niebla.

Miguel, Miguel, Miguel, donde estás?

A lo que él respondió es ¡Por aquí!



Vio cuando Don José y los del pueblo llegaban presurosos todos nerviosos y agotados de tanto subir, ¿A ver que encontraste? dijo Don José, Mire, por allí están los motores aun echan fuego y humo, por aquí parte del avión y un ala, por este otro lado esta la cabina (parte delantera del avión) pero yo no encuentro a la gente, le dijo en tono bajito y casi al oído.



Será que no tenías luz para ver, bueno ya casi amanece con la luz del sol podremos ver mejor, dijo Miguel. Bueno muchachos a buscar la gente que venia en este avión dijo Don José, y todos empezaron a escarbar bajo los escombros del avión volteando las piezas grande y pequeñas pero luego de pasar casi mas de dos horas buscando en vano todos se acercaron a donde Don José y le dijeron que a pesar de ser ya de mañana y con buena luz no habían encontrado a nadie.



Que extraño, muy extraño se decían todos, y ¿dónde están? empezaron a decir, ya entrada la mañana casi cerca del medio día llegaron los policías y bomberos de la ciudad más cercana todos ellos presurosos preguntaban dónde están los heridos y muertos, sobrevivió alguien preguntaban otros.



Don José llamo a todos y les dijo, bueno yo no se que paso aquí, el avión esta ahí todo destrozado pero gente viva o muerta no hay, por mas que buscamos no encontramos a nadie. Y ahora que vamos a hacer, se preguntaban otros, como decimos que no encontramos a nadie, quien nos va a creer.



Bueno yo solo sé que de ese golpe que se dieron con el suelo todos deberían estar muertos, y los muertos no caminan, donde están vete tú a saber, dijo otro. ¿Y si el avión venia sin pasajeros quien lo pilotaba?, no lo sé, pero por lo menos habría una persona y no encontramos a nadie, gritaba Don José.



Y en ese instante otra vez los gritos, ¡¡¡Daniel, Daniel!!! ¡¡¡Despiértate que se te hace tarde para ir a clases!!!, dijo mi mamá. Me desperté y me levante tan sobresaltado, tan sobresaltado que no supe en que termino lo del avión sin pasajeros.
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UDI 6: El sol


Un nuevo día, había llegado, y nuestro amigo el Sol ya estaba listo para salir.

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Desde bien temprano, ya estaba preparándose para que el día fuera " Un Gran Día ".

Sin darse cuenta llegó su hora y el cielo se vistió de luz y color.



Nuestro amigo el sol estaba muy contento, pues ninguna de esas nubes traviesas habían venido a tapar su resplandor hoy.



Desde el cielo, veía a los niños jugar y reír en el parque, la playa... y se sentía feliz porque sabía que en parte era gracias a él.

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Observando a un grupo de niños, escuchó como contaban lo que iban a hacer cuando se hiciera de noche, el Sol escuchó muy atento como uno de esos niños decía: Que ganas tengo de que se haga hoy de noche, porque son las fiestas de mi pueblo y esta noche van a celebrarlo, llenando el cielo de brillante cohetes, cohetes que son como estrellas...



El Sol se puso muy triste y no quiso seguir escuchando. El también tenía ganas de ver esos cohetes, pero sabia que no podía ser.



Llegó la noche y el Sol se escondió. Esa noche estuvo muy triste pensando en lo bien que se lo estaría pasando todos viendo esos bonitos cohetes.

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Tan triste estaba que estuvo varios días sin salir, se pasaba todo el día escondido.

Un día cansado de esa soledad decidió salir y se dio cuenta de que todos al verle estaban muy contentos y se notaba que le habían echado mucho de menos.



Entonces se sintió muy feliz y se dio cuenta de que, aunque no siempre podemos hacer lo que nos gusta debemos sentirnos felices de lo que somos e intentar que todos los demás también lo sean.

UDI 5: La televisión con olor


Resulta que Franca quería hacer algo porque estaba aburrida.
El Tío Chiflete le prestó su diario para que lo mirara.

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Es muy aburrido. Este diario no tiene colores dijo Franca.

Entonces el tío le prestó una revista.

Es muy aburrida. Esta revista no se oye.


Entonces el tío le prestó una radio.
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Es muy aburrida. En esta radio no se ve nada.


Entonces el tío le prestó un televisor.

Es muy aburrido. En este televisor no se huele nada.


Entonces el Tío Chiflete le llevó el televisor al Vecino Inventor para que le pusiera olor.
El vecino le dijo que lo fuera a buscar al día siguiente.

Cuando el tío finalmente trajo el televisor, lo prendió y notó que tenía algo de olor.
Franca se puso a mirar los dibujitos.


Al rato vino la mamá y dijo:

¿Qué es ese olor?

La tele ahora viene con olor, explicó Franca

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¿qué estás diciendo? ¿Cómo es posible?  se asombró la mamá.

El Vecino Inventor la arregló,  dijo el Tío, Qué bárbaro, las cosas que se hacen hoy en día. En mis épocas, teníamos la radio y gracias.

¿Porqué no tenías tele, mamá? preguntó Franca.

Porque no se había inventado, contestó Peta con cara de oler feo. Me parece que le voy a preguntar al vecino si no le puede bajar un poco el olor. Está muy fuerte.


La mamá fue a lo del vecino y le preguntó como se hacía para bajar el olor.

¿El qué? preguntó el Vecino Inventor.

La mamá le explicó lo que pasaba y el Vecino Inventor le contestó que él no le había podido poner olor a la tele. Que la había desarmado y vuelto a armar, dejándola igual que antes.

Qué raro, dijo la mamá. Entonces le voy a pasar un trapo húmedo.


Al rato Franca le dijo a la mamá: ¿Sabes que ahora la tele hace pis y caca?

¿Cómo? dijo la mamá asombrada. Esto ya pasa de castaño oscuro. Que tenga olor vaya y pase, pero ¡qué haga pis y caca no puede ser!. Tío Chiflete, llámalo al Vecino Inventor por favor. ¡qué barbaridad!. Lo único que faltaba, va a haber que ponerle pañales a la tele.


El Tío Chiflete y el Vecino Inventor desarmaron la tele para ver que pasaba. Llenaron la casa de piezas y tornillos y cablecitos, hicieron un lío bárbaro y discutieron sobre televisores hasta que se hizo de noche. Hasta que por último se encontraron algo raro: ¡Había un ratoncito escondido en el televisor!


Cuando lo sacaron y limpiaron todo, el olor desapareció.

Tardaron un rato largo en volver a armar todo, y si bien sobraron un par de piezas, anduvo bastante bien.


Qué lástima, dijo Franca después de mirar un rato. Me gustaba más como estaba antes, con olor y ratoncito.

UDI 1: Una historia en el cuerpo humano



Cuando el cuerpo fue creado, todas las partes querían ser el jefe. Un día el cerebro dijo:
Por ser yo quien da las órdenes y controla las diferentes partes del cuerpo, exijo que me llamen jefe.

Cerebro con forma de persona solicitando hablar


Los pies dijeron entonces:
Somos nosotros los que soportamos todo su peso y lo trasladamos a todas partes, por lo tanto la jefatura nos corresponde.

Pies con calcetines de muchos colores


De la misma manera, las distintas partes del cuerpo expresaron su importancia. El corazón, los pulmones, el oído y hasta el mismo culo reclamaron su derecho a ser jefe. Todos, al conocer las pretensiones del culo, se echaron a reír. ¿Cómo se atrevía a peticionar un órgano (si se lo puede llamar órgano) tan desprestigiado e insignificante como ése?

A raíz de las burlas y herido en sus más íntimos sentimientos, el culo se enculó y decidió bloquear la salida en tres palabras:
No cago más.


Al poco tiempo y como consecuencia de esa actitud, el cerebro comenzó con trastornos, había alta fiebre, los ojos se hincharon, los pies se inflamaron y había dolor, ya no podían soportar el peso del cuerpo.

Niños enfermos en la cama

El corazón y los pulmones luchaban por sobrevivir, tenían que trabajar a toda máquina para eliminar una parte de las toxinas que los invadían. Todo era un desastre hasta que todos juntos imploraron para que el culo fuera el jefe.


Enterado de lo resuelto, el culo comenzó a funcionar, cagando a diestra y siniestra, asumiendo su cargo de jefe. 


Moraleja: para llegar a ser jefe, no es necesario ser un cerebro, ni inteligente, ni ser más o menos imprescindible. Solamente hay que tener culo y saber el momento más oportuno para cagar a los demás.

UDI 2: La granja de Sebastián.

La granja de Sebastián era una granja como todas las granjas; es decir, muy normal.

Pero un día todo cambió porque a Sebastián se 1e ocurrió tomar un ayudante.

La idea no era mala, ya que en la granja había mucho trabajo y el pobre Sebastián se sentía un poco cansado.
Ovejas, cerdos, vacas y pollos
El ayudante se llamaba Juanito; parecía muy bueno y trabajador; pero como siempre había vivido en la ciudad, era algo torpe a pesar de su buena voluntad.

El día que llegó, Sebastián le recomendó que se fuera a dormir temprano porque en la granja había que levantarse a la madrugada, junto con el sol, cuando cantaba el gallo.

Silueta de gallo y granjero dando de comer


"¡Vaya despertador más raro!", pensó Juanito mientras iba en busca del gallo para ponerlo sobre su mesa.

Y eso no fue nada; lo peor fue cuando intentó darle cuerda... ¡tuvo que correrlo por todo el dormitorio porque el gallo no se dejaba retorcer la cola!

"Este debe ser un gallo automático, de ésos que tienen pilas", pensó por fin y, cansado, se acostó en su cama.

El pobre gallo, que no entendía lo que sucedía, se quedó dormido junto a Juanito y, como la cama era muy cómoda, los dos durmieron y durmieron hasta que el sol estuvo muy alto.

El problema fue que como el gallo no cantó, todos en la granja se quedaron dormidos.

Polluelos durmiendo apretados unos con otros

Vaca durmiendo plácidamente sobre hierba

Cerdo durmiendo plácidamente sobre hierba

El primero en despertarse fue el ternero y, como tenía mucha hambre, despertó a su mamá, la vaca, para que le diera la leche. 

Después de alimentar a su hijito, mamá vaca esperó en vano que Sebastián le llevara su comida. Entonces, muy hambrienta, se metió en la cocina de la casa y se tomó todo el café que encontró.

Los cerdos, que ya se habían despertado y también tenían hambre, vieron entrar a la vaca en la cocina y decidieron imitarla. Pero camino de la casa, pasaron por el gallinero y despertaron a las gallinas para invitarlas a desayunar con ellos en la cocina de Sebastián. 

Para entonces, ya no se podía decir que la granja de Sebastián fuera como todas las granjas... porque de normal no le quedaba nada.

Tanto alboroto en la cocina, despertó por fin al granjero, que al mirar su reloj, comprobó desesperado que eran... ¡las diez de la mañana!

Se puso las botas y corrió al dormitorio de Juanito y, una vez allí, no pudo creer lo que estaba viendo: ¡Juanito y el gallo dormían plácidamente, uno junto al otro!

Juanito durmiendo recostado con el sombrero

Cuando Sebastián se repuso del asombro, corrió escaleras abajo y, al entrar en la cocina, se encontró con que los animales de la granja se habían comido todo lo que encontraron.

El desorden era total y era tan increíble lo que estaba viendo, que Sebastián pensó que era una pesadilla y que aún no se había despertado.

A Sebastián, ayudado por Juanito, les llevó el resto del día a poner en orden la granja hasta lograr que pareciera normal otra vez

Pero al día siguiente, cuando Sebastián ordeñó a la vaca, la vaca le llenó un tarro entero con café con leche.

Cuando Juanito vio esto dijo: 

-¡Qué lástima que ayer la vaca se tomara el café en lugar de comerse el chocolate...!
Pero lo que Juanito no sabía, era que el chocolate se lo habían comido las gallinas que, en ese momento, estaban poniendo, ¡"Huevos de Pascua"!

Seis huevos de pascua con brillantes colores y lunares